Hay sobre la mesa un conglomerado misceláneo de libros, papeles, y documentos. Tomo una hoja en blanco dispuesto a hacer cualquier cosa que no sea lo que tenía previsto. Tan pronto apoyo un brazo sobre la mesa, ésta se inclina hacia su pata coja. De nuevo la cuña que equilibraba el escritorio se ha perdido, y vete a saber dónde para.
Fingidamente importunado, descargando mi ira contra mi procrastinación sobre una simple cojera mobiliaria, cojo en un arrebato histriónicamente exagerado el primer papel que hay en la pila de borradores y me dispongo a doblarlo varias veces. Reparo en que es algo que escribí hace tiempo y no desperdicio la oportunidad de posponer el trabajo ante una excusa tan propicia como repasar un viejo texto. El título reza: "Hoja blanca, amor", y bajo él leo lo siguiente:
Ya no te quiero, ya no te quiero... repítolo cual mantra, cual lección en pizarra, repítolo, repítolo, porque es cierto. Tú lo eras todo para mí. Éramos Mahoma y la montaña, éramos la montaña y Mahoma, éramos Isabel y Fernando. Yo te montaba a ti, o tú me montabas a mí, ¿qué más da? Yo llegaba, con lo que fuera, y tú me recibías, ¿qué más da?, tú llegabas, y yo te recibía, con lo que fuera. Irónica vida, ahora llego, y me recibes. ¿O eres tú quién ha venido? Qué más da. Ya no tengo nada para ti. ¿Tienes algo para mí? Sí, ya lo sé: qué más da. Tienes razón, qué más da.
Al menos quisiera, como los avaros, guardar algo, como un tesoro, de lo que fuiste para mí (de lo que fui para ti), al menos quisiera que el recuerdo me reconfortara, pero mi vista es limitada y, ¿por qué será?, aunque me gire, sólo puedo ver lo que tengo delante, ah, irónica vida.
Es por eso que escribo estas líneas, por lo que fuiste, por lo que fuimos, ¿por lo que fui? También a ti te gustaban los juegos de palabras, ¿no es cierto? Ya no lo recuerdo, y aunque me dijeras que es cierto, ¿qué más da? Se me han agotado los versos, pero no la rima, irónica vida, irónica muerte. ¿Eo, estás ahí? No respondas, por favor: no respondas: qué más da.
Sí, te escribo estas líneas por lo que fuimos, ¿por lo que seremos?, qué más da. Sé que antes fuiste algo, fuiste alguien, manantial de eterna vida, agua de la esperanza, ¿te has agotado? Yo sí... Vamos, repite conmigo: qué más da. Si al menos mi cuervo viviera, para graznar conmigo estas palabras: nunca más. Irónica vida, irónica muerte, irónica y... puta, qué mal suena, pero, venga, ahora sí, repite conmigo, en voz alta, dilo, grítalo, canta:
Qué más da.
Nihilista, ¿yo? No. O espera, mejor, ¿qué más da? Hay versos entre líneas, y te los escribiría, pero...
Siempre hay entre líneas. Pero no es eso la vida; la vida sin ti, es la vida, siempre lo fue, salvo ese lapso, que yo, denomino: mi vida. Largo o corto, ¿qué más da?
No te buscaba, estaba, ¿y tú, por qué me buscabas? Siempre estuve aquí. ¿No? Ahora lo estoy. Y tú también. Ah, irónica vida, pero...
Sabor, estás en todo, estás el vaso, estás en mis labios, estás en mis dedos, estás en mi cuerpo, estás fuera de él, en mi memoria, en mis sentidos -¿tengo que enumerarlos? Te diré uno: gusto-, y ahora no queda nada, no, no quedamos ni tu ni yo, sólo queda de nosotros, lo que escribo ahora, y como puedes deducir, no lo hago ni por mí ni por ti, porque ya no somos, entonces, ¿por qué lo hago? Estribillo... pero no me puedo callar.
Seguiremos adelante, ¿no? Pregunta ociosa, de acuerdo. Pero no retórica. Si me quedara algo de retórica, ¿me acogerías? No, no respondas, ya sé la respuesta: es una pregunta, pero la mía, ésta, no era retórica, tampoco: ya te dije: no me queda. Se me acabaron los personajes, no somos ni tú ni yo, y él, sólo importó para ti, como vosotros, y como ellos. Se me acabaron las historias, porque sólo hubo una, pero no los juegos de palabras. Se me acabaron las emociones, sólo fue la que ya no es. ¿Me enseñarás a narrar en presente? En futuro tampoco funciona. De acuerdo, lo intentaré yo solo, al fin y al cabo...
Escribo... ¡escribo! Te relleno, ¿me lo dijiste, alguna vez? "Me gusta que me llenes" Tal vez fue un producto de mi imaginación. ¿Hay algo que no lo sea? Qué más da. Te lo repito, por si se te olvida, otra vez: qué más da.
Blanca, eras blanca, deberías llevar este nombre: Blanca, y no ése otro, horrible, nunca me gustó, tú lo aceptas, porque es tuyo, pero no, deshazte él, ya te lo dije otras veces: tal vez así tengamos algún presente. No te he nombrado, pero, ¿es necesario? ¿De verdad? Ya sabes la respuesta, es una pregunta.
Blanca, eras blanca, veteada de negro: y de rojo; en los mejores momentos, de rojo también. También de mi rojo, cuando éramos uno. Blanco, negro, y rojo. Los colores más pasionales, ¿no es así? A medianoche, nos encontramos. Ah, ya: qué más da. Ya ves, se me acabaron los versos, se me acabó la retórica, y los personajes, pero no la rima. Ah, irónica vida. La vida rima, la vida silba, la silva rima, la risa gira, hacia dónde: hacia adelante, donde siempre miran en aquel lugar. Los juegos de palabras tampoco se me acabaron: creo que habértelo dicho, y demostrado. ¿No lo recuerdas? Nunca estuvimos en aquel lugar: yo sí, pero tú no. Qué curioso, hubo vida además de ti. Pero, ¿me sirve? Grazna, cuervo, en mi imaginación, esas tres sílabas.
Alicante. ¡Ah! ¿Qué sí has estado? Está bien, pues otras tres: qué más da.
No te engrías, ¿no ves, qué palabra más fea? Yo ya no lo hago. No nos engriamos. Feísima. Sí, ya sé, hubo otros antes que yo, y los seguirá habiendo. También hubo otras antes que tú, y... ¿las seguirá habiendo? La respuesta es siempre la misma, una pregunta.
Lo acepto: es retórica. Lo acepto: si no fuéramos nosotros, esto no existiría. Lo acepto, pero...
Y no insistas más, te diré tu nombre, pero, ¿qué más da?
Es un nombre compuesto, de dos palabras.
Ya sabes, blanca, veteada de negro...
¡Confieso! Hay otra y os escribo a las dos, porque sois la misma, porque ambas valéis igual, porque ambas habéis muerto.
Pero me importa demasiado, ¿no te das cuenta, cuánto da? ¡¿No os dais cuenta?! Bah: qué más da... En realidad, no me importáis ninguna de las dos, por eso, os dejo, y me voy con mi música a otra parte... ¿Da, o no da? ¡Dadá!
Arte, desvelarte, arrullarte, arroparte, embelesarte, vetearte, ¡vete...! ¡No! ¡Ven! Empalagarte, embadurnarte, ¡besarte!, acaramelararte, susurrarte, cansarte, extasiarte, trabajarte, ganarte, pararte, matarte, abandonarte, curarte, recuperarte, amarte, terminarte.
Voy a ponerte un nombre, aquí arriba, en negrita, y lo demás... Una vez más, hasta el final, venga va, vamos allá, tres sílabas, o si lo prefieres, tres versos, tres besos, a la tercera va la vencida:
Qué
Más
Da
Eras una chica de piel blanca, de cabellos negros, de labios rojos. Eras un pedazo de... papel, pero yo te veteaba, ¿de negro? Tal vez, pero sobretodo de rojo, porque sólo se escribe con sangre, pero...
"Qué tontería", pienso. Doblo el papel y lo coloco bajo la pata de la mesa.
domingo, 11 de enero de 2009
Hoja blanca, amor
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1 comentario:
Jajajajajajaja que buena!!!
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